Cuatro ataques a centrales nucleares, treinta y cuatro a industrias
energéticas, catorce a operadores de transporte, seis a
telecomunicaciones, tres al sistema financiero, dos a la
Administración...
España recibió el año pasado 63 ataques de alto impacto. Su
objetivo: interrumpir el suministro de energía; destruir instalaciones
estratégicas... En definitiva, sembrar el caos.Los asaltantes atacan a
través de Internet, usando miles de ordenadores zombis para lanzar sus
ofensivas. Porque usted puede ser la próxima víctima, o un cómplice, de
los agresores, que podrían haberse infiltrado en su ordenador para
usarlo en un atentado, un sabotaje, un robo...
¿Quién nos defiende? La primera línea del frente la forman un puñado de hackers del
Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe), con sede en León. Son 70
'espartanos' en una moderna y global batalla de las Termópilas. Por
comparar, el Ejército Popular Chino tiene a 50 universidades públicas y
dispone de 130.000 personas en la misteriosa unidad de inteligencia
61398, que rivaliza con la Agencia Nacional de Inteligencia
estadounidense (NSA) por la supremacía del ciberespacio.
Esos 63
ataques graves a España fueron la punta de lanza de los casi 500
perpetrados en 2014 contra infraestructuras críticas de nuestro país:
redes eléctricas, telefónicas, logísticas, puertos, aeropuertos, banca,
suministro de agua... Los fundamentos mismos de nuestra supervivencia
están más automatizados que nunca y también más expuestos que nunca. En
total se detectaron 18.000 incidentes, incluidos los sufridos por
pequeñas y grandes empresas (a 15 del IBEX 35 les robaron credenciales
con acceso a archivos privados) y ciudadanos víctimas de fraudes. Y la
escalada es vertiginosa. En lo que llevamos de 2015 ya van 23.000.
Los principales riesgos consisten en accesos no autorizados
-introducción de códigos maliciosos para tomar el control de un
sistema- y conexiones masivas encaminadas a paralizar un servicio.
Muchos de estos ataques fueron perpetrados con servidores alojados en
Rusia y China, desde donde partieron también intentos de penetrar en los
teléfonos de varios ministros. El titular de Exteriores, José Manuel
García-Margallo, ha revelado que España es el tercer país -tras los
Estados Unidos y el Reino Unido- que más ciberataques sufre.
El Enemigo también puede estar dentro
El mismo
Incibe no se libra y soporta intentos diarios de intrusión. En su sala
de control se vigilan ocho millones de eventos informáticos cada día. El
trabajo del personal se monitoriza y audita constantemente, explica
Marcos Gómez, subdirector de operaciones: «Cada tarea es compartida y
cada empleado hace solo una porción de la misma. Si alguien tiene un
comportamiento inusual, se lo controla». De este modo, todos se vigilan
entre sí para que no se den casos como el de Edward Snowden -el
contratista que reveló secretos de la NSA- o que organizaciones
criminales, terroristas u otros gobiernos les intenten sobornar o
extorsionar.
La mayoría de los hackers del Incibe son
ingenieros informáticos y de Telecomunicaciones, pero también hay
físicos y matemáticos. Han superado pruebas de selección divididas en
retos de dificultad creciente, en las que deben demostrar sus
habilidades técnicas: intrusión, detección de vulnerabilidades,
ingeniería inversa, análisis forense de incidentes... Aunque se trata de
personal civil, a los seleccionados también se les exige compromiso y
vocación de servicio, pues se trata de un sector de gran trascendencia
para la seguridad nacional. Talento nunca ha faltado en España, donde se
desarrolló el primer antivirus de la historia. El problema es la 'fuga
de cerebros'. Una de las misiones del Incibe es, precisamente, procurar
que nuestros mejores ciberguerreros no hagan las maletas.
El gasto mundial (y el nacional) en ciberseguridad crece entre un diez y un doce por ciento anual.
Y el trabajo está asegurado en los próximos años. No solo se buscan
perfiles técnicos. En realidad, las start-ups del sector contratan lo
que se conoce como las tres haches: hackers (los que resuelven los problemas), hipsters (los que convierten una solución en un producto de mercado) y hustlers (irónicamente,
'timadores'; los que consiguen financiación). La facturación mundial es
de 70.000 millones. Y alcanzará los 90.000 millones en 2023 solo en los
Estados Unidos.
Todos contra todos: no hay aliados
Organizaciones
criminales contra empresas, ciudadanos y gobiernos; también los Estados
entre sí; no hay aliados que valgan en la ciberguerra. En junio se supo
que Washington había espiado a los tres últimos presidentes franceses y
tenía controlado el móvil de François Hollande. La mayoría de las
escaramuzas no trascienden, aunque cada vez con más frecuencia saltan a
los titulares casos sonados como el de la ofensiva contra la compañía
Sony Pictures, presuntamente dirigida desde Corea del Norte en
represalia por la película The Interview, que caricaturiza al dictador Kim Jong-un. O el hackeo de
un canal de televisión francés por parte del Estado Islámico. O el
reciente robo de los datos de cuatro millones de funcionarios de los
Estados Unidos, atribuido a piratas chinos, a los que también se culpa
de la desaparición de cinco millones de euros de una cuenta de la
aerolínea Ryanair.
La ciberguerra tiene un trasfondo económico. Un
informe de la compañía de antivirus McAfee cifra los costes mundiales
en más de 400.000 millones de dólares al año, sobre todo por el robo de
capitales, el espionaje industrial y la suplantación de identidad. Es un
mercado que ya iguala o supera al de las drogas. Y tiene tres patas: la
ciberdelincuencia, de la que las principales víctimas son los
ciudadanos; el ciberespionaje, que afecta a las empresas y gobiernos; y
ahora el ciberterrorismo.
«Las amenazas más comunes contra ciudadanos son los fraudes.
Destacaría el éxito que está teniendo el ransomware: secuestran
información valiosa de tu máquina, cifrando el disco duro, y piden un
rescate por darte la clave para descifrarlo. Se suele pagar en bitcoins
porque no deja pistas», explica Abel González, responsable del Equipo de
Respuesta ante Emergencias Informáticas (CERT). Los chantajistas suelen
pedir entre 100 y 3000 euros. Aunque hoy en día no hace falta tener
unos conocimientos avanzados para sacar tajada de Internet. Los
delincuentes comunes rastrean las redes sociales para indagar quién está
de vacaciones (hoy, los móviles incluso publican las fotos
geoetiquetadas) y dar el palo en las casas vacías. «En cuanto a las
empresas, vemos muchos robos de propiedad intelectual, patentes,
investigaciones... Una vez conseguida la información, se trafica con
ella vendiéndola a otras compañías», añade González.
El 90 por
ciento de los ataques son a ordenadores, y ya no solo a los que
funcionan con Windows. La sofisticación de los virus informáticos ha
crecido exponencialmente en cinco años. Todos los sistemas operativos
están expuestos. Y los smartphones y tabletas tampoco son
seguros al cien por cien. A los expertos les parece temerario, por
ejemplo, que aplicaciones como la que convierte el flash de la cámara
del móvil en una linterna acceda a la libreta de direcciones. También el
acceso a una red Wi-Fi pública sin tomar precauciones puede ser
peligroso. Y el 'Internet de las cosas', que terminará interconectando
todos nuestros aparatos, aumentará los riesgos. Ya se han lanzado
ataques de spam desde frigoríficos. Y los wearables no se libran, en especial los relacionados con la salud. Un marcapasos puede ser hackeado.
Guerra virtual con daños reales
Pero
el salto cualitativo más preocupante es que al interés económico se le
ha sumado la confrontación ideológica. Los ciberterroristas, que hasta
el momento habían usado Internet básicamente para reclutamiento y
propaganda, ya tienen capacidad para atacar infraestructuras críticas.
Según el personal del Incibe, la posibilidad de un ciberataque que cause
víctimas, y no solo daños económicos, como la interrupción del
suministro de gas o la inutilización de los cajeros automáticos de un
banco, está a la vuelta de la esquina.
«En infraestructuras
críticas estamos detectando ataques de denegación de servicio. Pueden
afectar a la vida y la economía de las personas, en especial para los
trabajadores de ciertas industrias. Pero también un corte de
electricidad puede sembrar el caos. Y el sector del agua es muy
importante. Los procesos de filtrado y canalización están automatizados y
si se cambia algún parámetro puede causar serios problemas. Existe una
gran preocupación por lo que pueda hacer el Estado Islámico. Los
yihadistas pueden causar mucho daño sin correr apenas riesgos advierte
González. Y pronostica: La ciberguerra será cada vez más frecuente. Un
país puede atacar a otro, como hicieron los Estados Unidos e Israel
contra las instalaciones nucleares de Irán, pero la tecnología ya está
disponible para cualquiera. Perpetrar un ataque es técnicamente
factible, solo se necesita la motivación».
23.000 ataques en
2015 Mapa en tiempo real de los ataques cibernéticos detectados en lo
que va de año contra empresas e intereses españoles: más de 23.000. La
mayoría procede de China, los Estados Unidos y Rusia. De todos ellos,
122 son ataques internos, perpetrados desde servidores en suelo español.
EL CUERPO DE ÉLITE
Miguel Rego Director general del Instituto de Ciberseguridad (Incibe). Ingeniero en Informática y teniente coronel de la Armada en excedencia.
"El 60 por ciento de los ordenadores que hay en los hogares españoles podrían estar infectados"
Las
empresas españolas pierden unos 14.000 millones de euros anuales por
intentos de acceso en red no autorizados; ataques con virus, troyanos,
gusanos, spyware, spam... Por otro lado, el 60 por ciento de los equipos
instalados en los hogares españoles podrían estar infectados y el 54
por ciento de los usuarios han sido víctimas de algún fraude. El Consejo
de Europa calcula que más de un millón y medio de personas son víctimas
cada día de ataques en todo el mundo. El Incibe es la entidad de
referencia para el desarrollo de la ciberseguridad y la confianza
digital de los ciudadanos, la red académica española y las empresas,
sobre todo para sectores estratégicos».
F.XLSemanal
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