Los datos recogidos por Rosetta y Philae durante los rebotes del módulo
de aterrizaje sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko
demuestran que su núcleo no está magnetizado. Los resultados de las
propiedades se presentaron el pasado martes en la Asamblea General de la
Unión Europea de Ciencias de la Tierra (EGU) celebrada en Viena.
Dicho estudio puede aportar importantes pistas sobre el papel que
jugaron los campos magnéticos en el proceso de formación de los cuerpos
del Sistema Solar hace unos 4.600 millones de años. En sus inicios,
nuestro Sistema Solar no era más que un disco turbulento de polvo y gas.
Unos pocos millones de años más tarde, el Sol cobró vida en el centro
de este disco y el material sobrante se empezó a aglomerar para formar
los asteroides, cometas, lunas y planetas que podemos ver en la
actualidad.
El polvo del disco protoplanetario contenía una cantidad considerable
de hierro, parte de él en forma de magnetita, tal y como demuestran los
granos milimétricos de materiales magnéticos hallados en los
meteoritos.
Esto ha llevado a los científicos a pensar que los campos magnéticos
que permeaban el disco protoplanetario podrían haber jugado un
importante papel a la hora de transportar materiales, contribuyendo al
proceso de aglomeración que permitió formar los cuerpos celestes.
Sin embargo, sigue sin estar claro hasta qué punto fueron importantes
los campos magnéticos en las siguientes fases de este proceso, cuando
los primeros bloques alcanzaron un tamaño de centímetros, metros o
decenas de metros, y antes de que la gravedad entrase en acción
aglutinando cuerpos de centenares de metros o kilómetros de diámetro.
Algunas teorías sobre la agregación de partículas magnéticas y no
magnéticas indican que el aglomerado final podría quedar magnetizado,
haciendo posible que los campos magnéticos del disco protoplanetario
alterasen su trayectoria.
Como los cometas contienen algunos de los materiales más puros del
Sistema Solar, estas rocas de hielo representan un escenario ideal para
investigar si estos bloques primigenios estaban magnetizados.
Sin embargo, hasta ahora había resultado muy difícil medir el campo
magnético de un cometa, ya que la mayoría de las misiones se habían
limitado a realizar una pasada rápida a una distancia considerable del
núcleo cometario.
La proximidad de la sonda Rosetta de la ESA al núcleo del cometa
67P/Churyumov-Gerasimenko y las medidas realizadas desde mucho más cerca
y desde la propia superficie por el módulo de aterrizaje Philae han
permitido por primera vez investigar en profundidad las propiedades
magnéticas del núcleo de un cometa.
Philae es capaz de medir la intensidad del campo magnético gracias a su
instrumento ROMAP (Magnetómetro y Monitor de Plasma del módulo de
Aterrizaje de Rosetta), mientras que Rosetta cuenta con un magnetómetro
de núcleo saturado (RPC-MAG) entre los instrumentos que componen el
Consorcio de Plasma de Rosetta.
RPC-MAG detectó la separación del módulo Philae el 12 de noviembre de
2014, al percibir un cambio en el campo magnético que rodeaba a
Rosetta.
ROMAP descubrió que Philae había rebotado varias veces sobre la
superficie del cometa al detectar variaciones periódicas en las medidas
del campo magnético. La trayectoria que había seguido el módulo de
aterrizaje durante su descenso se pudo reconstruir al combinar los datos
de ROMAP con los del experimento CONSERT, las imágenes de la cámara
OSIRIS de Rosetta, la secuencia de eventos y los modelos que describen
la gravedad y la forma del cometa. ROMAP permitió determinar la
orientación final de la sonda y CONSERT ayudó a acotar el lugar donde se
detuvo finalmente.
El equipo de la misión comprendió que Philae no había aterrizado una
única vez en Agilkia, sino que había tocado la superficie del cometa un
total de cuatro veces, entre las que se incluye un impacto con una
estructura del cometa que hizo que la sonda fuese dando tumbos hasta su
posición final, bautizada como Abidos. Esta inesperada trayectoria
resultó ser de gran valor para el equipo científico de ROMAP.
“El vuelo imprevisto sobre el cometa nos permitió medir con precisión
el campo magnético en los cuatro puntos en los que Philae entró en
contacto con su superficie, y a diferentes alturas sobre su núcleo”,
explica Hans-Ulrich Auster, uno de los investigadores principales de
ROMAP y autor del artículo que presenta estos resultados en la
revista Science
Los múltiples ascensos y descensos permitieron determinar cómo variaba
el campo magnético al acercarse y al alejarse del cometa, en cada uno de
los cuatro puntos de impacto y a cierta distancia sobre su superficie.
ROMAP detectó la presencia de un campo magnético durante estos eventos,
pero descubrió que su intensidad no dependía de la altura o de la
posición sobre el cometa, lo que no concuerda con la hipótesis de que el
campo magnético estuviese generado por el núcleo del cometa.
“Si la superficie estuviese magnetizada, la intensidad del campo
magnético aumentaría a medida que la sonda se acercaba al cometa”,
aclara Hans-Ulrich. “Sin embargo, esto no ocurrió en ninguna de las
cuatro aproximaciones, por lo que hemos llegado a la conclusión de que
el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko es un cuerpo no magnético”.
El campo magnético detectado es consistente con un campo externo, y
podría ser debido a la influencia del viento solar y el campo magnético
interplanetario en el entorno del cometa. Esta hipótesis está respaldada
por el hecho de que las variaciones detectadas por Philae se
corresponden con las medidas tomadas de forma simultánea por Rosetta.
“Durante el aterrizaje de Philae, Rosetta se encontraba a unos 17
kilómetros del núcleo del cometa, y pudo tomar medidas complementarias
del campo magnético que descartan la presencia de anomalías locales en
los materiales de la superficie”, explica Karl-Heinz Glassmeier,
investigador principal de RPC-MAG y coautor del artículo publicado en Science.
Si la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko presentase
grandes bloques magnetizados, ROMAP habría registrado variaciones en la
intensidad del campo magnético mientras Philae los sobrevolaba.
“Si hay materiales magnetizados en este cometa, tendrían menos de un
metro de diámetro, que es la resolución espacial de nuestras medidas. Si
el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko es representativo de los núcleos
cometarios, podríamos afirmar que las fuerzas magnéticas no jugaron un
papel importante en el proceso de aglomeración de los cuerpos celestes
de más de un metro de diámetro”, concluye Hans-Ulrich.
“Es fantástico ver cómo se complementan las medidas de Rosetta y de
Philae. Las dos sondas trabajaron juntas para determinar si el cometa
estaba magnetizado, una cuestión simple pero transcendental”, explica
Matt Taylor, científico del proyecto Rosetta para la ESA.
F.AAeroespacial
No hay comentarios:
Publicar un comentario